jueves, 23 de agosto de 2012

Antología del otro lado (Fernando Sánchez Fernández).


Antología del otro lado, se dice en la contraportada del libro, es una creación personal de Fernando Sánchez Fernández. Y desde luego que lo es. No es una novela, no son cuentos, no es un ensayo. Se trata más bien de la puesta en papel de las reflexiones del autor a modo de un diario no datado ni cronológico y más o menos íntimo. En él plasma sus personales impresiones sobre determinados lugares de Cuenca, sobre algunas personas que allí ha conocido y sobre ciertas cosas que le han sucedido. Y lo hace con los ojos de un recién llegado, pues esta obra es fruto del traslado de residencia desde su Madrid natal a esa ciudad manchega por mor de las veleidades de los destinos laborales. Apenas he ido a Cuenca tres o cuatro veces y, ciertamente, no sabría identificar prácticamente ninguno de los sitios que menciona, por lo que desconozco también si su relevancia se basa en términos artísticos o monumentales o, por el contrario, en las vivencias personales del autor en tales lugares.

Por algunos de ellos Fernando Sánchez corre, pues el autor (tan atleta como atlético) es gran aficionado a las carreras populares, e, intuyo, que muchas de sus cavilaciones nacen en esas largas horas dedicadas al trote por el empedrado, adoquinado o asfaltado suelo conquense. Doble mérito tiene la cosa, pues consigue repartir la sangre oxigenada entre los músculos y el cerebro con igual eficiencia. Cómo si no justificar hallazgos narrativos como el que emplea para describir la calle de San Francisco (y aquí encontramos al Fernando más genuino): “es un hervidero humano cuando hay gente. Cuando no hay nadie, está vacía”, hallazgos sólo comparables con la fina observación de Les Luthiers: “de cada diez personas que ven la televisión, cinco son el cincuenta por ciento”.

Ésta que comentamos es su primera obra publicada, aunque Fernando Sánchez no es, ni mucho menos, un autor novel. Es más, no nos equivocaríamos al decir que fue, incluso, un autor precoz, tanto que con apenas la edad a la que a un niño se le permite coger un bolígrafo, escribió un excelente, y no sabemos por qué no recuperado para su publicación, poemario infantil ilustrado, en uno de los cuales, recuerdo, narraba las aventuras playeras de un gato y un ratón  (“… corre, corre que te pillo; el ratón con la pala y el gato con el rastrillo”).

De Antología del otro lado habrán disfrutado más quienes hayan conocido previamente su contenido por haber sido protagonistas de él o por haberlo escuchado con mayores adornos de viva voz del autor. Se nos antoja que así habrá tenido que ser, pues, para quien no lo conozca, Fernando Sánchez viene de una saga de relatores orales sin parangón, o con un parangón que yo no conozco, cuya figura cumbre fue su propio padre, mencionado alguna vez en la obra, excelso creador de universos paralelos cotidianos por los que aún discurren, pues continuamos evocándolos, personajes y situaciones del todo irrepetibles.

Por eso acogemos esta obra con ilusión. Porque esperamos que sea el detonante de la publicación de las muchas historias que seguro que le rondan al autor por la cabeza para que no se acaben así perdiendo con el último de sus afortunados oyentes.

viernes, 17 de agosto de 2012

España, perdiste (Hernán Casciari).


Aparece este autor por segunda vez en este blog, gracias sin duda al buen poso que dejó en quien esto escribe su novela El pibe que arruinaba las fotos.

Anteriormente a ella, escribió este España, perdiste.

Afortunadamente en mis lecturas no sigo orden alguno, pues de haber utilizado el correspondiente a la fecha de publicación de ambas obras, seguramente me habría perdido las correrías de aquel poco fotogénico pibe, pues no invita precisamente ésta que ahora comentamos a profundizar en la literatura de Casciari.

España, perdiste es una especie de ensayo en el que se suceden todos los manidos tópicos sobre los argentinos en España. Yo, que he conocido a varios y de distintos pelajes, puedo asegurar que son todos tan falsos como el concepto folclórico que de los españoles se pueda tener en el extranjero y olé. No voy aquí a relatarlos y contradecirlos pues el tema es ya viejo y cansino, tanto hoy como en 2007 cuando esta obra vio la luz (¡y parece más vieja!). Quizás, y lo pienso ahora, sea una lectura dirigida únicamente al público argentino, para regodearle en esa pretendida esencia pampera o porteña, qué sé yo, que seguro que a algunos les llena (les copa, dirían Les Luthiers) de orgushshsho patrio (y es que también en Argentina hay gente pa tó).

Únicamente se salvan en esta obrita los recuerdos siempre melancólicos a su Argentina natal. En estas evocaciones Casciari es un maestro y consigue que el lector, aunque nunca haya pisado suelo argentino, empatice con su nostalgia, con ese país sudamericano y hasta con sus habitantes y costumbres.

En resumen, lectura prescindible (aunque afortunadamente corta). Lo malo es que tras ella nos queda la duda de qué hacer si otra novela de Casciari cae en nuestras manos, ¿arriesgarnos a perder el tiempo con ella? Seguramente, y en honor al Gordo Casciari, le daríamos una última oportunidad.

(Por cierto, ¿es correcta la coma entre España y perdiste?).