viernes, 20 de julio de 2012

El invierno de Frankie Machine (Don Winslow).

Vaya por delante una confesión: Nunca he logrado entender, ni mucho menos compartir, la fascinación que la mayor parte de mis congéneres sienten por el sórdido mundo de la mafia. Quizá sea ésta una de las razones por las que la lectura de una novela de mafiosos como El invierno de Frankie Machine me ha dejado frío. Pero yo creo sinceramente no es la única.

La novela comienza con la presentación del protagonista. Nada que objetar, salvo que se toma para esto sesenta interminables páginas en las que no pasa absolutamente nada. Aunque ya sabemos por la contraportada del libro que se trata de un asesino mafioso retirado, nada se dice de esto en esas primeras páginas, y el autor nos presenta al tipo como un hombre educado, culto, trabajador, preocupado por los demás... en resumen, todo lo necesario para que nos caiga simpático. Y, siguiendo al pie de la letra el manual del perfecto best-seller, aprovecha para sembrar unos cuantos detalles que utilizará al final para hacer evidente lo que ya de por sí resulta obvio.

Por fin, hacia la página sesenta, algo ocurre. Pero el autor interrumpe enseguida la acción con el primero de una larga serie de flashbacks en los que nos va desvelando, en un arbitrario (pero calculado) desorden, la vida pasada del protagonista. En estos episodios iremos conociendo a toda la panoplia de los estereotipos mafiosos, con el único objetivo de multiplicar los sospechosos.

Hablando de estereotipos, el protagonista se lleva la palma: Es un asesino infalible, invulnerable, prácticamente omnisciente, y que encima no ha perdido ni un ápice de sus habilidades después de años de retiro. Mientras que sus oponentes son todos unos niñatos torpes y, por supuesto, cuando van a por él, le atacan de uno en uno para que pueda defenderse.

Muchos de los episodios rememorados por el protagonista son completamente irrelevantes para el desarrollo de la trama, y me temo están ahí sólo por dos razones: para confundir al lector y para aumentar el número de páginas. Porque estamos ante un nuevo caso de la actual pandemia de bulimia literaria que tanto daño está haciendo a la literatura (y a nuestros anaqueles). ¡Una novela negra de más de cuatrocientas páginas! Por si esto fuera poco, el autor da por supuesto que el lector está familiarizado con el anecdotario de la historia de la mafia estadounidense; yo no lo estoy, y confieso que me he perdido en varias ocasiones entre alusiones a personajillos reales y citas de El padrino (que tampoco he leído, ni visto... ¡me da una pereza!). Y la traducción tampoco ayuda.

Entre flashback y flashback, con los que el autor consigue romper -supongo que involuntariamente- cualquier atisbo de ritmo en la narración, el protagonista va dando palos de ciego a lo largo de toda la novela, cargándose mafiosos a diestro y siniestro, (¡sólo mafiosos, por favor, que el hombre tiene su corazoncito!) hasta que el autor se decide a mostrarnos las cartas que se había guardado en la manga. Y nos obsequia con un final blando y completamente predecible, no sin antes largarnos el consabido tópico mafioso de "otros roban más que nosotros", enriquecido en este caso con un alucinante "los políticos han corrompido a los mafiosos".

En resumen, que me ha parecido una novela tramposa y soberanamente aburrida.